La British North America Act: la definición de Canadá en el último tercio del siglo XIX

AuthorAlejandro Torres Gutiérrez
Pages121-210
CAPÍTULO III.
LA BRITISH NORTH AMERICA ACT:
LA DEFINICIÓN DE CANADÁ
EN EL ÚLTIMO TERCIO DEL SIGLO XIX
1. LA BRITISH NORTH AMERICA ACT DE 1867.
1.1. GESTACIÓN.
1.1.1. EL PREVIO ESTADO DE COSAS.
Uno de los primeros proyectos federativos para la América del Norte bajo
dominio británico, fue elaborado por el juez William Smith, que a finales de 1764 y
principios de 1765, propone unir a las colonias británicas siguiendo un plan
confederativo, con el fin de impedir una revolución en las mismas, que pudiera tener
como consecuencia su independencia, sugiriendo la constitución de un Parlamento
de América del Norte que reuniera a Quebec, Nueva Escocia y otras numerosas
colonias británicas situadas más al sur, como Florida, Nueva York y Georgia, en el
que tendrían una representación que sería proporcional a su respectiva población.291
La idea de constituir algún tipo de vínculo entre las colonias en Norteamérica
que aún quedaban en manos británicas, tras la Declaración de Independencia de
Estados Unidos, de 4 de julio de 1776, fue tempranamente sugerida tan sólo dos años
después, en 1778, por el Coronel británico Robert Morse, cuando escribió al
Gobernador Guy Carleton, sobre el estado de las fortificaciones de Nuevo Brunswick
y Nueva Escocia, y se mostró firmemente partidario de las ventajas que podría tener
establecer una especie de Federación entre dichas provincias y Bajo Canadá.292
Aunque al final de la Revolución americana, el remanente que quedaba de la
América británica no era más que una serie de asentamientos dispersos, mayormente
ubicados en el noreste del continente, y separados cultural y geográficamente, y
pobremente comunicados por vía náutica con el Reino Unido, lo cierto es que a lo
largo de la primera mitad del siglo XIX asistimos a una interesante evolución, al
producirse por un lado un claro crecimiento demográfico, y por otro, al sofisticarse
paulatinamente la economía de dichos territorios coloniales, que poco a poco se hace
más compleja, (y potente). Políticamente hablando, las colonias pertenecientes al
Imperio británico en América del Norte, Canadá, Nuevo Brunswick, Nueva Escocia,
291 BROUILLET, EUGÉNIE, La négation de la nation. L´identité culturelle québécoise et le
fédéralisme canadien, Septentrion, Quebec, 2005, p. 131.
292 BLACK, CONRAD, Rise to Greatness. The History of Canada from the Vikings to the
Present, McClelland & Stewart, Toronto, 2014, p. 300.
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Terranova, Isla del Príncipe Eduardo y Columbia Británica,293 no tenían una
organización común que las interconectase específicamente entre ellas, desde el
momento en que cada una tenía su propio Gobernador directamente designado por
Londres, así como su administración privativa, sus servicios postales y aduanas. Por
otra parte, las colonias de la América del Norte Británica, habían ido consolidando
un modelo de gobierno responsable en el marco del Imperio británico, de modo
paralelo a la evolución de la Corona británica hacia una Monarquía parlamentaria. Y
a pesar de todas las vicisitudes, la lealtad hacia la Metrópoli era un hecho que no
estaba en cuestión, especialmente entre la población angloparlante. Simultáneamente
la principal de las colonias británicas, Canadá, había comenzado ya a ofrecer
síntomas de expansionismo continental, orientado especialmente hacia los territorios
occidentales, algo para lo cual a corto plazo requeriría el auxilio de la Madre Patria,
especialmente desde el punto de vista militar, pero que a medio y a largo plazo podía
conllevar la consecución de mayores cuotas de autonomía, a medida que la estructura
de la organización social se fuera haciendo más compleja, y de este modo se
consolidase por sí misma.294
Entre 1800 y 1839, la empresa de constituir una Federación sigue rondando
en la cabeza de un sector de la élite local, como da prueba la actividad desarrollada
en 1838 por John Arthur Roebuck, agente de Bajo Canadá en Londres, que aboga
por una unión legislativa de los dos Canadás, a fin de dar una solución que permitiera
la coexistencia armoniosa de ambas culturas. Algo en fuerte contraste con las tesis
de Lord Durham, partidario de una vía mucho más expeditiva, y de marcado acento
asimilacionista. La idea es de nuevo puesta sobre la mesa en 1851, cuando William
Henry Merritt, diputado por Lincoln, lanza la propuesta de pedir autorización para
convocar una Conferencia en la que se pueda estudiar un proyecto confederativo,
una moción que recibe un puñado de apoyos parlamentarios. En 1857, Antoine-Aimé
Dorion, jefe del Partido Liberal de Bajo Canadá, sugiere la posibilidad de creación
de una unión federativa de las dos provincias de Canadá, con el fin de superar las
profundas diferencias lingüísticas, religiosas y jurídicas de las dos secciones de la
Provincia.295
El proyecto federativo toma forma más precisa al año siguiente, en 1858, de
la mano de Jean-Charles Taché, un médico francocanadiense que posee una gran
293 A lo que había que unir otros territorios de gran extensión y baja densidad poblacional
pertenecientes a la Compañía de la Bahía del Río Hudson, o a la Corona Británica.
294 BUMSTED, J.M., The consolidation of British North America, 1783-1860, en:
BUCKNER, PHILLIP, (Ed.), Canada and the British Empire, Oxford University Press,
Oxford, 2010, p. 43.
295 BROUILLET, EUGÉNIE, La négation de la nation. L´identité culturelle québécoise et le
fédéralisme canadien, Septentrion, Quebec, 2005, p. 131.
La vertebración de Quebec en el modelo federal canadiense 123
reputación y que acababa de fundar el periódico Le Courrier du Canada, y que
clarividente se mostraba partidario de dejar en manos de los respectivos gobiernos
de cada una de las secciones, todo lo relativo al derecho civil, la educación, caridad
pública, el reparto de las tierras públicas, la agricultura, la policía urbana y rural.
Incluso era partidario de descentralizar la cláusula residual, algo que no verá la luz
verde en 1867, al quedar la misma en manos del poder federal. Durante la sesión
parlamentaria del verano de 1858, el diputado de Sherbrooke, Alexander T. Galt,
propone a la Asamblea legislativa del Canadá Unido, una moción en la que presenta
un plan federativo, que pudiera servir para resolver muchos de los problemas
planteados por la unión legislativa. Un proyecto que permitiría la unión de Canadá
Este y Oeste, las Provincias Marítimas, los Territorios del Noroeste y aquellos de la
Bahía de Hudson. Su entrada en el Gabinete Macdonald-Cartier, como Ministro de
Hacienda, hace que la idea no quede en letra muerta, pues en otoño de 1858, Cartier,
viaja a Londres junto con Alexander T. Galt y John Ross, para reunirse con Sir
Edward Bulwer Lytton, Secretario de Colonias, a quien presentan una memoria en
la que se propone la Federación de las colonias norteamericanas que restan en manos
británicas, algo que creen que puede servir como remedio que permita la
armonización de la comunidad francófona y anglófona, y consolidar la presencia
británica en el continente, proponiendo que se autorice una reunión de delegados de
las colonias afectadas a fin de tratar el tema. Pero la respuesta que va a dar Londres
será negativa, entre otras cosas porque dicho proyecto federativo requería la
construcción de un costoso ferrocarril, cuyo compromiso de financiación, no estaba
dispuesta a asumir la Metrópoli. La idea es retomada en 1859 por una reunión en
Toronto de delegados de Canadá, que circunscriben únicamente el proyecto a
Ontario y Quebec, pero el proyecto es rechazado por el Parlamento local en 1860
por una aplastante mayoría. Los retos no eran pocos, pues las comunicaciones eran
primitivas, y la población que habitaba en lo que hoy es Alto y Bajo Canadá, conocía
muy poco de los habitantes de la otra sección, y mucho menos de los que vivían en
las Provincias Marítimas. A ello hay que unir el que el pasado no les era del todo
común a unos y otros, y había diferencias de religión, lengua, tradición jurídica y
costumbres muy importantes. ¿Sería la existencia de dichos pasados un obstáculo
para la constatación de un futuro común?296
296 BROUILLET, EUGÉNIE, La négation de la nation. L´identité culturelle québécoise et le
fédéralisme canadien, Septentrion, Quebec, 2005, pp. 132-133. KENNEDY, WILLIAM
PAUL MCCLURE, The Constitution of Canada. An Introduction to its Development and
Law, Oxford University Press, Don Mills, 2014. Reproducción facsímil de la edición de
Oxford University Press de 1922, p. 283.

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