Canadá entra en el siglo xx: el largo camino hasta la reforma constitucional de 1982

AuthorAlejandro Torres Gutiérrez
Pages211-288
CAPÍTULO IV.
CANADÁ ENTRA EN EL SIGLO XX:
EL LARGO CAMINO HASTA
LA REFORMA CONSTITUCIONAL DE 1982
1. LA SOCIEDAD CANADIENSE A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX.
Al iniciarse el siglo XX, la sociedad canadiense se caracteriza por tener
un perfil concentrado aún en dos orígenes, el británico, (57% de la población),
y el francés, (31%), a lo que cabría unir un tercero, también de procedencia
europea, el alemán, pero mucho más minoritario que los dos anteriores, pues
únicamente representa el 6% de la misma. Los descendientes de los pueblos
aborígenes suponen tan sólo el 2%. La inmigración comenzará a modificar
significativamente dichos perfiles sociológicos, con la llegada de nuevos
contingentes, procedentes especialmente de Europa del Este, ucranianos y
judíos, y en menor medida, de Italia, de modo que, en 1931, las minorías de
origen europeo, diferentes a la británica y francesa, representan ya el 18% del
censo. Su integración social no será fácil, especialmente en el caso de la
primera generación, que debe aceptar los empleos peor pagados, y resistir a la
hostilidad o indiferencia de los demás. Los recién llegados se asientan con
frecuencia en barrios diferenciados en las grandes ciudades, o formando
comunidades rurales relativamente compactas. La nueva diversidad étnica,
suscita a veces los recelos de los ya establecidos, que ven en riesgo el
mantenimiento del equilibrio definido por el estado de cosas previo, y no es del
todo extraño el estallido de focos de xenofobia, como ocurre en Colombia
Británica contra la inmigración procedente de Asia, especialmente de China, y
que se traduce en la reclamación a las autoridades federales , de la introducción
de límites a la inmigración procedente de dicho territorio.511
511 LINTEAU, PAUL-ANDRÉ, Histoire du Canada, Presses Universitaires de France, 2014,
5ª Ed., p. 75.
212 Alejandro Torres Gutiérrez
2. LA I GUERRA MUNDIAL.
2.1. LA DECLARACIÓN DE GUERRA: REPERCUSIONES JURÍDICAS Y
CONSTITUCIONALES.
2.1.1. LA DECLARACIÓN DE GUERRA POR EL REINO UNIDO Y SUS
CONSECUENCIAS VINCULANTES PARA CANADÁ.
La entrada en la I Guerra Mundial, el 4 de agosto de 1914, fue auspiciada
desde el primer momento por el Primer Ministro conservador Robert Borden, el cual,
al reconocer esta guerra como nuestra, entendió que ello determina absolutamente
de una vez por todas, que nosotros hemos pasado del estatus de colonia protegida
al de nación participante.512
La propia declaración de guerra conlleva una serie de consecuencias
constitucionales que, no son precisamente de menor cuantía. Por de pronto, la
declaración es hecha por el Gobierno británico, lo cual pone sobre la mesa la
necesidad de reexaminar atentamente la naturaleza de las relaciones jurídicas que
unen a Canadá con la Metrópoli, pues las hostilidades bélicas están llamadas a
comenzar por la mera iniciativa unilateral del Gobierno de Londres, algo que parece
subrayar la falta de voz de Canadá en un asunto tan sensible para sus propios
intereses. No es menos cierto, como señala KENNEDY, que la premura con la que
se suceden los acontecimientos hace que resulte muy difícil, (y poco o nada
operativo), tener que estar a las resultas de unas hipotéticas consultas previas entre
el Gobierno Británico y los de los Dominios, pero no por ello deja de llamar la
atención la necesidad de proceder a un más estricto escrutinio sobre la naturaleza de
los vínculos que unen a Canadá con el Reino Unido, pues la consecuencia del
desarrollo jurídico legal de los acontecimientos es que Canadá se encuentra en guerra
contra Alemania, y sucesivamente, contra el resto de sus aliados en el conflicto,
acumulándose de forma simultánea dos acontecimientos de gran trascendencia legal,
constitucional, política y social, de un lado, la declaración de guerra se perfecciona
por la mera decisión adoptada por el Gobierno Imperial, y por otro, ello vincula
automáticamente a Canadá y al resto de sus Dominios. Los ciudadanos canadienses
pasan a ser legalmente enemigos de los de Alemania y sus aliados, y el territorio de
Canadá puede ser susceptible de ser invadido o atacado.513
512 TURGEON, PIERRE y GILLMOR, DON, Canada: A People's History, vol. 2,
McClelland & Stewart, Toronto, 2001, p. 89.
513 KENNEDY, WILLIAM PAUL MCCLURE, The Constitution of Canada. An Introduction
to its Development and Law, Oxford University Press, Don Mills, 2014. Reproducción
facsímil de la edición de Oxford University Press de 1922, p. 362.
La vertebración de Quebec en el modelo federal canadiense 213
2.1.2. DESARROLLO DE LOS ACONTECIMIENTOS BÉLICOS Y
PRODUCCIÓN NORMATIVA DURANTE EL CONFLICTO.
Sin embargo, la realidad de los acontecimientos es algo más compleja desde
un punto de vista legal, pues aunque la declaración de guerra deja a las claras las
limitaciones a la capacidad de obrar de Canadá, no es menos cierto que no se debe
pasar por alto el cada vez mayor grado de autonomía, que Canadá ha ido
consiguiendo frente a la Metrópoli. Esto se comprueba si se tiene en cuenta cómo el
Gobierno Imperial va a actuar con pies de plomo, y un escrupuloso respeto hacia el
nuevo estatuto jurídico que Canadá está alcanzando desde el punto de vista del
Derecho Internacional Público, (algo que será aún más evidente si cabe, al ponerse
fin al conflicto bélico, como tendremos ocasión de analizar a continuación). Y es que
a raíz de la declaración de guerra, se pone de manifiesto la necesidad de hombres y
dinero con los que contribuir al esfuerzo bélico, y las autoridades británicas actuarán
en este punto con extremada prudencia y cautela.514
Como recuerda KENNEDY, los dirigentes británicos excluirán a los barcos
registrados en Canadá de la aplicación de la legislación naval especial dictada con
motivo del estallido del conflicto bélico, y los canadienses residentes temporalmente
en el Reino Unido serán declarados exentos del servicio militar en el ejército
británico. Del mismo modo, las normas aprobadas por el Parlamento británico
prohibiendo el comercio con el enemigo, no serán vinculantes para Canadá, y la
propia Ley de Naturalización, aprobada por el Parlamento de Westminster en 1918,
no será de aplicación a Canadá, y ello a pesar de afectar a una materia especialmente
sensible a la hora de analizar la naturaleza del vínculo de lealtad que unía a Canadá
con el Reino Unido. Se podrían añadir otros ejemplos especialmente importantes,
como el hecho de que la normativa británica sobre reclutamiento de tropas no se
aplicará a Canadá, correspondiendo a las autoridades canadienses la última palabra
en esta sensible materia, (sin que las autoridades británicas se interfieran en ello,
pese a que sobre el papel hubieran podido estar legitimadas para eso), así como a la
hora de decidir el concreto grado de implicación en el conflicto, correspondiendo la
dirección de las operaciones castrenses del ejército de Canadá a su propio Estado
Mayor. El primer paso ya se había dado prácticamente desde el principio de la
contienda, cuando el Primer Ministro canadiense, Sir Robert Borden, exigió que los
soldados canadienses no se integrasen directamente en las tropas imperiales, sino
que constituyeron un cuerpo propio bajo el mando de un oficial canadiense, el
General Arthur Currie. Borden, era plenamente consciente de que la participación e
implicación canadiense en el conflicto, debería de tener como corolario un mayor
peso en política exterior, y durante todo el conflicto bélico. No en vano, había estado
514 KENNEDY, WILLIAM PAUL MCCLURE, The Constitution of Canada. An Introduction
to its Development and Law, Oxford University Press, Don Mills, 2014. Reproducción
facsímil de la edición de Oxford University Press de 1922, p. 362.

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